sábado, noviembre 20, 2010

Y ahí estaba la niña, simplemente caminando mientras otros se refugiaban.
Y allí estaba ella, sintiendo como las gotas de aquella noche de Noviembre caían por su cabello, resbalaban por su rostro y morían en su ropa.
No había motivo para refugios, no existía un destino prematuro. Simplemente decidió dejar que la noche la arropara con sus bendiciones húmedas mezclada con bocinas ensordecedoras, luces cegadoras, filas de objetos inanimados, charcos de lodo, truenos sonoros y zombies sin nada más que una rutina por alma y una monotonía en cama.

2 comentarios:

Nerina Thomas dijo...

Sutileza total, todos tus versos!!la magia de la ternura habita en ti!!
Un cariño

juanca dijo...

Veo una bipolaridad en este relato... por una parte extrovertida por salir a correr, jugar y/o simplemente dejar que las gotas caigan como soldados kamikases sobre el cuerpo y por otro regresar a la misma cama donde todo y nada se resuelve.



T.A.D.R.s.C

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