- !Casi que no llegas!
- Lo sé, lo sé, pero estamos en cierre y mi jefe casi no me deja irme - Dijo Mariana saludando a sus amigas y sonriendo a las otras personas.
- ¿Te sirvo una copa? - Preguntó Camilo sin ocultar su alegría al ver que Mariana había decidido venir.
- Gracias, claro que si. ¡Llena por favor! - devolviendo la sonrisa-
- Hola, dónde estás! ya llegó y no sé cuanto la pueda retener, ya sabes cómo es ella... en cuanto? ok.. si si, en ese puedes parquear, entra por detrás para que nadie te vea. Listo, se va a morir!! ¡un abrazo, no tardes!
- ¿Todo en orden? Preguntó Mariana a Rosario.
- Si.. ya sabes, problemas del trabajo que no lo dejan a uno descansar ni un viernes en la noche.
Hablaron por 15 minutos las tres amigas, poniéndose al corriente de la vida de cada una.
-¿Y Manuel? has vuelto a saber algo de él... - Preguntó Rosario.
- Mmmm nosotros siempre tenemos comunicación... sé que se fue unos días a Italia con sus amigos pero me llamo desde allá y peleamos...
- ¡Como raro en ustedes! comentó Amanda.
- Ah si, la señorita de la mesa 23 me comentó que necesitaría entrar por la cocina al bar. Siga por favor-
- Gracias, que pena las molestias, pero quiero darle una sorpresa a alguien que no veo hace bastante tiempo.
- No hay problema. Comentó el mesero dejándolo entrar.
Manuel entró tratando de entender las indicaciones que Rosario le había dado de la mesa en la cual se encontraban. Su corazón no lo dejaba pensar bien, estaba nervioso. Su respiración era cada vez más rápida. No era para menos, hace dos años no veía a aquella mujer.
- Ahí están... - susurro.
Con paso firme se acercaba a la mesa...
Sus amigos lo vieron y comenzaron a gritar, reír y cogerse el rostro. No podían creer lo que veían, Manuel por fin había decidido regresar.
En aquel momento Mariana se volteó para ver porque era el escándalo y al encontrar los ojos de aquel hombre que se dirigía al grupo, se tomó la copa de vino como si fuera agua y lo sintió como ese vacío en el estómago invadía todo su cuerpo.
Manuel saludó a sus dos mejores amigos. Camilo y Sergio, y se acercó rápidamente a Mariana que se encontraba de pie atónita, con una leve sonrisa y su mirada clavada en la de él...
- No me creías mujer.... acá me tienes - tomándole las heladas manos y acercándola a su cuerpo. - Estás hermosa, hueles delicioso.. Dios... como te extrañé....
- No puedo creer que estés acá Manu... con razón Rosario me insistió tanto que viniera.
- Todo estaba calculado para verte acá, esta noche...
Todos querían saber cómo estaba, hace cuanto había llegado, cuanto tiempo se iba a quedar, qué estaba pensando hacer en su estadía por la ciudad.
Mientras respondía cada una de las preguntas que le hacían, no dejaba de consentir las manos de Mariana y sin querer. Se quedaba mirándola mientras respondía.
Mariana solo quería decirle que se fueran de ese lugar, tenían tanto por besarse y hacer el amor.
- ¿A dónde vas?
- Voy al baño...
- No te demores - Dijo Manuel dándole un beso en la frente.
- ¿Sabías que iba a venir? - Le dijo Camilo, quien la esperaba a fuera del baño.
- No, no.. no tenía idea....
- Creo que soy el único que sintió que el mundo se le venía en cima al verlo caminar a la mesa a buscarte...
- Cami... no te pongas en esta actitud
- Cómo quieres que me ponga si sé que va a pasar, si sé a que vino... Mariana, me estaba enamorando de tí ¡¡no lo entiendes....!!
- ¿Y ustedes qué hacen aquí? La fiesta está en la mesa no acá, dijo Rosario, mientras Camilo se iba caminando.
- ¡Gracias! te debo una...
- ¿Se siguieron viendo?
- No... solo hemos salido tres veces y no ha pasado de un beso...
- Deja eso atrás... Camilo siempre ha estado enamorado de ti, no juegues más con fuego Mari. Ya sabes esa frase, ¡no calientes lo que no te vas a comer!
- Manu, no sabes las veces que imaginé este momento... no puedo creer que estés acá - le decía suavemente al oído mientras bailaban -
- Yo también linda, me hiciste mucha falta.... No sabes las ganas que tengo de besarte, de abrazarte y no soltarte por un buen tiempo.
- Vamonos...
Manuel miró a Rosario, quien se acercó sonriente a la pista de baile.
- ¿Listo?
- ¡Listo! acá están las llaves y no se porten bien que eso no paga - dijo Rosario recibiendo las llaves del carro de Mariana.
- ¿Ustedes dos qué planearon?
- Nada amiga, nada, solo quiero verlos felices y ustedes están hechos el uno para el otro, dejen de jugar al gato y al ratón de una vez por todas.
- ¿A dónde me llevas?
- Confía en mi... dijo Manuel mientras le robaba un beso y le daba una ligera palmada en la mano - ehh nonono, no mires, para eso es la venda. Para que no sepas a donde vas ¡Señorita Nouguest!
No le importaba si manejaran toda la noche... tenía claro que lo único que quería era jamás volverse a separar de él.
Mientras iban en silencio, Mariana acariciaba su mano, jugaba con sus dedos y sonreía. No podía creer que lo estuviera tocando, no podía creer que estuvieran de nuevo respirando el mismo aire.
Hace tres años él se había ido a Francia a estudiar su carrera. Mariana había viajado dos veces en el primer año que él se fue a Francia. Pero la distancia se hizo cada vez más complicada y cada uno empezaba a tener oportunidades laborales en sus países que no dejaban que alguno de los dos decidiera dejarlo todo por la otra persona.
Siempre habían tenido comunicación. Jamás faltó la llamada en el cumpleaños de cada uno, ni el 24, 31 o cuando alguno de los dos estuviera ebrio y quería decirle al otro que lo amaba y que se odiaba por no estar a su lado.
Los dos intentaron tener otras relaciones, pero solo duraban meses. Mariana era la que más había tratado re hacer su vida amorosa. Manuel, por más que lo intentaba, la tenía a ella tan inalcanzable, que nadie podía borrarla de su alma... generando grandes conflictos con las mujeres de turno.
- ¡Llegamos! dijo Manuel pidiéndole a Mariana que no se quitara la venda y que lo esperara en el carro.
Por aproximadamente 10 minutos ella estuvo sola . Hacía bastante frío por lo que pensó que estaban en las montañas de la ciudad, además, por el tiempo que condujeron del bar hasta el sitio, estaban en un lugar retirado de la ciudad. El carro comenzaba a oler a pino.
Escuchó a lo lejos a Manuel hablar con alguien, el sonido de una reja abriéndose, unas pisadas acercándose, la puerta del copiloto abrirse y él entrando al vehículo. Condujo despacio hasta que apagó el carro..
Se acercó a ella y mientras la besaba le quito la venda. Mirándola y con sus manos en las de ella le dijo. - te amo, no sabes cuanto me hacía falta tu olor, tu calor, tus besos... hemos pasado por tanto Mariana...
Ella solo atinó a sonreír. Sintiendo como ese hombre le regresaba de nuevo su alma que se había ido en su maleta la primera vez que lo dejo irse... Después de tres años, de tres largos, dolorosos, sufridos y tristes años. Acarició su pelo, le dio besos en su rostro, apretó sus manos... - entremos, muero de frío -
La cabaña olía a pino, estaba la chimenea prendida. Rodeada de muchos cojines y en una pequeña mesa una botella de vino con dos copas.
Mariana se acercó a la chimenea, se quitó su chaqueta, sirvió el vino y se sentó en un cojín.
- ¿Qué esperas para venir a sentarte a mi lado? le decía mientras Manuel estaba recostado en la puerta con sus brazos cruzados y su mirada clavada en ella.
- Nada, solo quería ver como te apropias como siempre del lugar y lo conviertes en algo tan familiar como si fuera tu casa...- Mariana le devolvió esa mirada penetrante que le insinuaban solo una cosa. Sexo ahí y ahora.
Manuel se acercó, tomo las dos copas, le entregó una a ella y se sentó. Ella mirando el fuego se tomo toda la copa de vino y él sin quitarle la mirada, también se la tomó sin respirar.
Empezó a acariciar ese hermoso cabello color castaño claro, paso sus dedos por los ojos, la boca, el cuello bajando por el pecho y comenzó a desabotonar el saco negro de Mariana.
Mientras hacía esto, pensaba en las veces que intentó buscar ese pelo, esa suavidad de piel, esa mirada, esos labios en otras mujeres a miles de kilómetros de distancia sin siquiera encontrar alguna que tuviera algún parecido...
Sin haberla besado, ya estaba excitado...
Mariana dejo la copa que apretaba mientras Manuel revivía en ella sus sentidos dormidos hasta esa noche... Se acercó y lo beso mientras él le quitaba el resto de su ropa.
Estando desnuda se puso de pie, buscó las copas, sirvió más vino, le entregó su copa, se sentó a su lado, bebió de nuevo todo el contenido de la copa y comenzó a quitarle la ropa mientras él disfrutaba del vino y las manos de aquella mujer desnuda.
Hicieron el amor tres veces seguidas y mientras Mariana veía cómo el fuego de la chimenea se iba muriendo, Manuel se paró, buscó dentro de su chaqueta una pequeña caja y se acercó a ella.
- Linda, yo solo vine con un propósito y es el llevarte conmigo. Ni sé si en este momento lo estás intentando con alguien... y la verdad me tiene sin cuidado. Yo solo vine a pedirte que seas mi esposa.
En aquel momento Mariana se volteó para ver porque era el escándalo y al encontrar los ojos de aquel hombre que se dirigía al grupo, se tomó la copa de vino como si fuera agua y lo sintió como ese vacío en el estómago invadía todo su cuerpo.
Manuel saludó a sus dos mejores amigos. Camilo y Sergio, y se acercó rápidamente a Mariana que se encontraba de pie atónita, con una leve sonrisa y su mirada clavada en la de él...
- No me creías mujer.... acá me tienes - tomándole las heladas manos y acercándola a su cuerpo. - Estás hermosa, hueles delicioso.. Dios... como te extrañé....
- No puedo creer que estés acá Manu... con razón Rosario me insistió tanto que viniera.
- Todo estaba calculado para verte acá, esta noche...
Todos querían saber cómo estaba, hace cuanto había llegado, cuanto tiempo se iba a quedar, qué estaba pensando hacer en su estadía por la ciudad.
Mientras respondía cada una de las preguntas que le hacían, no dejaba de consentir las manos de Mariana y sin querer. Se quedaba mirándola mientras respondía.
Mariana solo quería decirle que se fueran de ese lugar, tenían tanto por besarse y hacer el amor.
- ¿A dónde vas?
- Voy al baño...
- No te demores - Dijo Manuel dándole un beso en la frente.
- ¿Sabías que iba a venir? - Le dijo Camilo, quien la esperaba a fuera del baño.
- No, no.. no tenía idea....
- Creo que soy el único que sintió que el mundo se le venía en cima al verlo caminar a la mesa a buscarte...
- Cami... no te pongas en esta actitud
- Cómo quieres que me ponga si sé que va a pasar, si sé a que vino... Mariana, me estaba enamorando de tí ¡¡no lo entiendes....!!
- ¿Y ustedes qué hacen aquí? La fiesta está en la mesa no acá, dijo Rosario, mientras Camilo se iba caminando.
- ¡Gracias! te debo una...
- ¿Se siguieron viendo?
- No... solo hemos salido tres veces y no ha pasado de un beso...
- Deja eso atrás... Camilo siempre ha estado enamorado de ti, no juegues más con fuego Mari. Ya sabes esa frase, ¡no calientes lo que no te vas a comer!
- Manu, no sabes las veces que imaginé este momento... no puedo creer que estés acá - le decía suavemente al oído mientras bailaban -
- Yo también linda, me hiciste mucha falta.... No sabes las ganas que tengo de besarte, de abrazarte y no soltarte por un buen tiempo.
- Vamonos...
Manuel miró a Rosario, quien se acercó sonriente a la pista de baile.
- ¿Listo?
- ¡Listo! acá están las llaves y no se porten bien que eso no paga - dijo Rosario recibiendo las llaves del carro de Mariana.
- ¿Ustedes dos qué planearon?
- Nada amiga, nada, solo quiero verlos felices y ustedes están hechos el uno para el otro, dejen de jugar al gato y al ratón de una vez por todas.
- ¿A dónde me llevas?
- Confía en mi... dijo Manuel mientras le robaba un beso y le daba una ligera palmada en la mano - ehh nonono, no mires, para eso es la venda. Para que no sepas a donde vas ¡Señorita Nouguest!
No le importaba si manejaran toda la noche... tenía claro que lo único que quería era jamás volverse a separar de él.
Mientras iban en silencio, Mariana acariciaba su mano, jugaba con sus dedos y sonreía. No podía creer que lo estuviera tocando, no podía creer que estuvieran de nuevo respirando el mismo aire.
Hace tres años él se había ido a Francia a estudiar su carrera. Mariana había viajado dos veces en el primer año que él se fue a Francia. Pero la distancia se hizo cada vez más complicada y cada uno empezaba a tener oportunidades laborales en sus países que no dejaban que alguno de los dos decidiera dejarlo todo por la otra persona.
Siempre habían tenido comunicación. Jamás faltó la llamada en el cumpleaños de cada uno, ni el 24, 31 o cuando alguno de los dos estuviera ebrio y quería decirle al otro que lo amaba y que se odiaba por no estar a su lado.
Los dos intentaron tener otras relaciones, pero solo duraban meses. Mariana era la que más había tratado re hacer su vida amorosa. Manuel, por más que lo intentaba, la tenía a ella tan inalcanzable, que nadie podía borrarla de su alma... generando grandes conflictos con las mujeres de turno.
- ¡Llegamos! dijo Manuel pidiéndole a Mariana que no se quitara la venda y que lo esperara en el carro.
Por aproximadamente 10 minutos ella estuvo sola . Hacía bastante frío por lo que pensó que estaban en las montañas de la ciudad, además, por el tiempo que condujeron del bar hasta el sitio, estaban en un lugar retirado de la ciudad. El carro comenzaba a oler a pino.
Escuchó a lo lejos a Manuel hablar con alguien, el sonido de una reja abriéndose, unas pisadas acercándose, la puerta del copiloto abrirse y él entrando al vehículo. Condujo despacio hasta que apagó el carro..
Se acercó a ella y mientras la besaba le quito la venda. Mirándola y con sus manos en las de ella le dijo. - te amo, no sabes cuanto me hacía falta tu olor, tu calor, tus besos... hemos pasado por tanto Mariana...
Ella solo atinó a sonreír. Sintiendo como ese hombre le regresaba de nuevo su alma que se había ido en su maleta la primera vez que lo dejo irse... Después de tres años, de tres largos, dolorosos, sufridos y tristes años. Acarició su pelo, le dio besos en su rostro, apretó sus manos... - entremos, muero de frío -
La cabaña olía a pino, estaba la chimenea prendida. Rodeada de muchos cojines y en una pequeña mesa una botella de vino con dos copas.
Mariana se acercó a la chimenea, se quitó su chaqueta, sirvió el vino y se sentó en un cojín.
- ¿Qué esperas para venir a sentarte a mi lado? le decía mientras Manuel estaba recostado en la puerta con sus brazos cruzados y su mirada clavada en ella.
- Nada, solo quería ver como te apropias como siempre del lugar y lo conviertes en algo tan familiar como si fuera tu casa...- Mariana le devolvió esa mirada penetrante que le insinuaban solo una cosa. Sexo ahí y ahora.
Manuel se acercó, tomo las dos copas, le entregó una a ella y se sentó. Ella mirando el fuego se tomo toda la copa de vino y él sin quitarle la mirada, también se la tomó sin respirar.
Empezó a acariciar ese hermoso cabello color castaño claro, paso sus dedos por los ojos, la boca, el cuello bajando por el pecho y comenzó a desabotonar el saco negro de Mariana.
Mientras hacía esto, pensaba en las veces que intentó buscar ese pelo, esa suavidad de piel, esa mirada, esos labios en otras mujeres a miles de kilómetros de distancia sin siquiera encontrar alguna que tuviera algún parecido...
Sin haberla besado, ya estaba excitado...
Mariana dejo la copa que apretaba mientras Manuel revivía en ella sus sentidos dormidos hasta esa noche... Se acercó y lo beso mientras él le quitaba el resto de su ropa.
Estando desnuda se puso de pie, buscó las copas, sirvió más vino, le entregó su copa, se sentó a su lado, bebió de nuevo todo el contenido de la copa y comenzó a quitarle la ropa mientras él disfrutaba del vino y las manos de aquella mujer desnuda.
Hicieron el amor tres veces seguidas y mientras Mariana veía cómo el fuego de la chimenea se iba muriendo, Manuel se paró, buscó dentro de su chaqueta una pequeña caja y se acercó a ella.
- Linda, yo solo vine con un propósito y es el llevarte conmigo. Ni sé si en este momento lo estás intentando con alguien... y la verdad me tiene sin cuidado. Yo solo vine a pedirte que seas mi esposa.
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